Desde que descubrió que Instagram era el altavoz perfecto para visibilizar la maternidad real, Natalia Sánchez escogió la lactancia materna como su principal causa a reivindicar. Aprovechando la atención que recibe por parte de su casi medio millón de seguidores, esos que la descubrieron como la icónica Teté de 'Los Serrano' y que la han visto crecer tanto en lo personal como en lo profesional, la actriz ha optado por ser un ejemplo para todas esas madres que viven sus miedos e inseguridades en solitario. Y en una fecha tan importante como la Semana Mundial de la Lactancia Materna no podía fallar.
Aunque podría haber elegido cualquiera de las dos mil fotos que tiene en su carrete en la misma posición, con sus dos peques agarrados a su pecho, la intérprete ha optado por compartir dos instantáneas "de forma espontánea, despeinados y en pijama" que "retratan a la perfección" lo que es su día a día.
Siempre ha confesado que poder dar el pecho a Neo y Lia es "lo más bonito que le ha pasado nunca", el ritmo de hasta veinte veces al día está comenzando a crearle más de un quebradero de cabeza, sobre todo si tenemos en cuenta que lleva casi tres años siguiendo esta dinámica tan sacrificada.
"El caso es que son muchas y, aunque ahora mismo no imagino mi vida sin hacerlo, lo cierto es que estoy pasando por un momento rarísimo en la lactancia". ¿El motivo? Que tiene "el corazón dividido" con su hija mayor. Por un lado, no puede evitar que una vez superados los dos años "ha llegado el momento de dejarlo con ella". "A veces, hasta me molesta (y mucho), y otras soy yo la que le ofrezco", ha asumido. Con Neo, a quien dio a luz en mayo de 2020, no le pasa lo mismo: "Me muero por amamantarle a cada rato".
Esta "dualidad continua" que Natalia Sánchez se pregunta si solo está experimentando ella ha pasado a ser "bastante desesperante". "La lactancia se puede definir de mil maneras en función del momento en el que te pregunten porque tiene sus momentos, como todo en esta vida", ha manifestado. Ahora mismo, la mujer del también actor Marc Clotet la definiría como "una apasionante y preciosa montaña rusa de emociones y contradicciones continuas en la que nunca se deja de aprender".