La recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) es clara: la lactancia materna es el mejor modo de alimentación exclusiva para un bebé hasta los seis meses de vida, y una vez que comienza la alimentación complementaria la lactancia puede continuar mientras madre e hijo lo deseen. Por supuesto, llevar a cabo la lactancia materna no es imprescindible, ya que en ocasiones no es posible o la madre decide libremente no llevarla a cabo.
Pero si estás dando el pecho a tu bebé es posible que te preocupe cómo afecta tu alimentación a la calidad de la leche o a su sabor, y cómo esto influye en el crecimiento del bebé y en su apetencia por continuar con la lactancia. Evidentemente, que la madre siga una alimentación variada y saludable repercute de manera positiva en ella y en su bebé, ya que se nutre de ella. En cuanto a los cambios de sabor en la leche, es cierto que existen determinados alimentos que pueden alterar su sabor y que, por lo tanto, el bebé lo note cuando amamante. Te contamos a qué alimentos nos referimos y si es necesario prescindir o no de ellos.
De entrada no hay necesidad de evitar ningún alimento solo porque cambie el sabor de la leche o produzca gases a la madre, ya que esto no tiene porqué tener ningún efecto negativo ni sobre el bebé ni sobre la continuidad de la lactancia. Si notas que un alimento provoca un cambio en el sabor de la leche que hace que el bebé rechace tomarla es decisión tuya evitarlo o no. Estos son los alimentos que más alteran el sabor de la leche materna:
Según el Comité de Lactancia de la Asociación Española de Pediatría (AEP), la lactancia no exige ningún tipo de dieta especial para la madre, más allá del sentido común. Como decíamos antes, una dieta sana y variada, sin contaminantes ni exceso de aditivos es todo lo que una mujer necesita para llevar adelante una lactancia beneficiosa para ella y el bebé. Evidentemente, si hay algún tipo de enfermedad o déficit nutricional será necesario que el médico haga recomendaciones concretas, como podrían ser los suplementos alimenticios. Pero esto no implica que haya alimentos obligatorios durante la lactancia. Comer de manera equilibrada, evitar la sensación de hambre y no caer en los alimentos que no se recomiendan en ninguna otra etapa de la vida, como los dulces en exceso o los alimentos ultraprocesados es más que suficiente.
En lo referente al cambio de sabor y olor que provocan determinados alimentos en la leche, ya hemos visto que no hay razones para excluirlos de la dieta a menos que sea una decisión estrictamente personal por parte de la madre. Solo cuando percibimos molestias en el bebé, como vómitos, diarreas, erupciones o rechazo de la leche tras comer un alimento de manera repetida es cuando debemos eliminarlo de la dieta.
Una vez aclarado qué alimentos alteran el sabor de la leche y que esto no es un motivo para dejar de tomarlos, merece la pena señalar que la leche materna, independientemente de lo que comamos, también experimenta variaciones de sabor y olor sin que eso se considere un inconveniente para que el bebé la tome. De hecho, se podría afirmar que el bebé agradece la variedad de sabores y que esto le invita a lactar con más ganas.
La primera leche que toma es el calostro, que se produce a lo largo del embarazo y es algo salada porque aún contiene poca lactosa. Si la madre padece mastitis, la leche puede seguir salada, y en algunos casos provoca rechazo, pero solo de manera temporal. Cuando la leche se extrae del pecho y se da posteriormente en biberón también cambia de sabor.
Es decir, la leche nunca sabe igual y son muchos los factores que influyen en los cambios, por lo que nada como aplicar el sentido común y disfrutar tanto de una dieta equilibrada como de la lactancia.