María Jiménez también fue icono de moda: su atrevido armario de faldas, vestidos y tocados de plumas

Si hay una mujer que fue capaz de transmitir a través de su ropa no solo que era la más moderna de su tiempo, sino su carácter libre y rebelde, esa fue sin duda María Jiménez. Si en su momento fue un icono sexual, con los años se ha convertido también en un auténtico icono de moda.

Explotaba su sensualidad en escenario con sus letras, con su melena rubia ondulada y con sus vestidos, que llevaban transparencias, escotes y aberturas más amplias de lo que la censura permitía en la década de los setenta. Los años no la callaron, ni frenaron sus ganas de romper moldes con sus estilismos, reapareciendo con el cambio de siglo tocada con plumas como una auténtica diva.

Hoy repasamos los secretos del armario de María Jiménez, una mujer adelantada a su tiempo.

Los vestidos de sus inicios

María Jiménez empieza su carrera artística a mediados de los años setenta, cuando España se iniciaba en el camino de la democracia. Comenzaba la época del destape en el cine y ella, que por entonces era ‘La Pipa’, fue de las primeras en enseñar piel sobre los escenarios. Se saltaba la censura a base de vestidos largos confeccionados en tejidos muy fluidos que, con dos movimientos de mano, le permitían enseñar pierna (y muchas veces hasta las bragas).

A lo largo de los años utilizó diversos trucos muy efectistas para enseñar piel durante sus actuaciones. Algunos de ellos eran elegir vestidos de patrón cruzado, que con solo dos movimientos dejaban sus piernas descubiertas, pero también los flecos o las enormes aberturas laterales, que dejaban sus extremidades camufladas hasta que daba sus características dos patadas al aire.

Tampoco temía a las transparencias, que para muchas folclóricas de la época era una manera muy sutil de desnudarse, un tejido que frente a los focos dejaban mucho más al descubierto de lo que ellas intuían en el camerino.

El resurgir de una diva

Tras un parón en su carrera de varios años, con el cambio de siglo María Jiménez volvió con aires renovados. La mujer que volvió cantando por Sabina era distinta. Menos joven, pero mucho más fuerte, su reaparición en 2002 envuelta en plumas de pavo real hace que conecte con un público joven que empieza a idolatrarla como la auténtica diva que es y que cree con fe ciega en su garra y convierte sus canciones más emblemáticas en auténticos himnos.

Sus looks se vuelven mucho más excéntricos y los tocados se convierten en sus grandes aliados, piezas casi de carnaval llenas de plumas y joyas con las que coronó una nueva era en la que quiso pasar página de sus dramas personales, renacer como el Ave Fénix y transformarse por fin la diosa que siempre fue pasando a otro estatus, el de artista eterna. No, María no se acabó.