El ‘fenómeno Chiara Ferragni' no ha hecho más que crecer en los últimos tiempos. Para corroborarlo solo hay que observar el ritmo al que crecen sus seguidores en Instagram, donde alcanzan los casi 30 millones. La italiana se ha convertido en todo un fenómeno de masas gracias a varios factores. Por un lado, su autenticidad a la hora de mostrar su vida personal en redes sociales; y por otro, su genuinidad haciendo suyas las tendencias, incluso las más arriesgadas.
Hablar de Chiara es hacer referencia a más de una década de trabajo en donde ha sabido diversificar su modelo de negocio desde el minuto uno. Su andadura en las redes sociales comenzó en su etapa universitaria, en la Bocconi, una de las más prestigiosas de Milán, donde subía sus looks a Flickr y Lookbook y en donde se dejaba ver con los últimos bolsos y accesorios de marca. Siendo de buena familia, en su armario no faltaban firmas como Louis Vuitton o Chanel, un hecho que hizo que fuese más fácil llamar la atención de sus seguidores por aquel entonces.
Respaldada por su novio de aquellos años, Ricardo Pozzoli, en 2010 fundó su blog ‘The Blonde Salad’, en el que publicaba sus estilismos diarios y relataba cómo era su día a día y que le sirvió para, además de ganar más visibilidad, hacerse un hueco en los eventos relacionados con el mundo de la moda en su ciudad natal.
Pozzoli era un gran estratega en términos marketinianos, por lo que con el paso del tiempo supieron exprimir al máximo la web, hasta que después de terminar su relación Ferragni decidió dar el gran salto a Los Ángeles junto a su nueva pareja, el fotógrafo de moda Andrew Arthur. Con él su estilo se hizo más ecléctico, pero también su visión se hizo más amplia, siendo en a partir de ese momento cuando decidió registrar su marca personal y crear una empresa en toda regla ‘The Blonde Salad Crew’.
Poco a poco, pasó de postear sus outfits a crear una línea de ropa y accesorios, que donde más furor causaba era en Asia, y gracias a la cual su popularidad aumentó. La Chiara de esos años era ya una fija en el front-row de las Fashion Weeks internacionales más importantes, y su estilo se mostraba algo más depurado, pero siempre manteniendo la misma esencia en la que ‘todo valía’ y en donde, aunque sus outfits eran muy variados, los jeans seguían siendo la pieza imprescindible de su armario.
En 2016, y después de estar un año soltera conoció a su marido, Fedez, y el resto ya es historia, ambos formaron un tándem perfecto -aunque con sus desavenencias- que incluso mostraron en el reality ‘The Ferragnez’. Pero la historia también ha tenido un final, y en abril de este año él habló de la ruptura: "No aguantamos", aunque muchos apuntan a que la separación se dio en febrero.
Conocer al cantante supuso un soplo de aire fresco en su vida y también en su armario, y es que desde que comenzasen su relación, la de Milán perdió el miedo a las críticas y decidió ponerse absolutamente lo que le daba la gana: crop tops, jeans con aberturas en los glúteos, minivestidos de látex… sin importarle las críticas y siendo consciente de su poder de influencia.
Íntima de diseñadores como Donatella Versace o Maria Grazia Chiuri (directora creativa de Dior que además le confeccionó sus tres trajes de novia) también es adicta a firmas como Balmain, Jacquemus, Prada, Schiaparelli, Philosophy o Gucci.
Sin embargo, también hay estilismos más desenfadados, con piezas deportivas entre las que no faltan pantalones de chándal, bermudas, sudaderas y todo tipo de accesorios que rinden cada uno de sus conjuntos en alternativas únicas. Converse, Nike, Adidas, Supreme… Marcas que abundan en el vestidor de su chico, con quien comparte alguna que otra prenda.
Podría decirse que Chiara nunca ha seguido las tendencias a rajatabla, más bien ha ido cogiendo pinceladas de aquí y allá y les ha dado su toque personal añadiendo accesorios que ‘a priori’ no figurarían entre los más adecuados y que sin embargo vistos en ella no pueden resultar más acertados.
Y es ahí donde reside la clave de su éxito.