El próximo martes se cumple un mes desde la boda de Tamara Falcó e Íñigo Onieva. Un enlace que generó mucho debate por los hechos que sucedieron meses antes y que se hicieron públicos. Estando comprometidos, salió a la luz un vídeo de Íñigo siéndole infiel a la marquesa de Griñón.
Poco tiempo después, conocimos que la pareja rompió y escuchamos a Tamara pronunciar su ya mítica frase: "Me da igual que hayan sido seis segundos o un nanosegundo en el metaverso". Y cuando todo parecía indicar que la relación estaba completamente rota, la navidad lo cambió todo.
Un nuevo acercamiento entre Tamara e Íñigo hizo saltar las alarmas de una posible reconciliación que no tardó en confirmarse. Además, decidieron retomar sus planes de boda, aunque atrasando un poco la fecha inicial del 17 de junio al 8 de julio.
A pesar de los inconvenientes con el vestido de novia, finalmente ese día contrajeron matrimonio en El Rincón, la finca heredada de su padre, Carlos Falcó. Una decisión que aún cuestionan muchas personas, también en la calle. "No sé cómo puedes cambiar a una persona" o "El destino le ha ido poniendo señales a las que no ha hecho caso" son algunos de los comentarios.
Salimos a la calle, además, para preguntar por uno de los temas de la semana: el precio por el que los invitados de la boda están vendiendo los abanicos que los novios regalaron. Un paipay con las iniciales de ambos que se anunciaba a un precio muy superior al original en una famosa plataforma de compra-venta. ¿Haría lo mismo la gente en la calle si hubieran estado invitados?
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