Pablo Motos ha superado dos durísimos momentos en su vida a nivel económico. Antes de convertirse en un reconocido presentador de televisión, el valenciano aprendió, a base de experiencias, que es “muy fácil” perderlo todo. A pesar de que no le gusta realizar entrevistas para no “meterse en líos” porque tiene “demasiada visibilidad”, el presentador ha cambiado el rol y le ha contado a Ricardo Moya, en su programa de Youtube ‘El sentido de la virra’, las dos ocasiones en las que ha tenido que empezar de cero.
La primera de ellas ocurrió en los inicios de su carrera profesional en los medios de comunicación. Pablo Motos llevaba un tiempo trabajando en Onda Cero radio cuando se topó con un “estafador” que le animó a hacer publicidad sobre unos chicles adelgazantes. “Es una historia muy turbia”, aseguraba antes de entrar en detalles. Poco después de que el creador estuviese ganando “millones de pesetas” con aquel producto, algunas personas tuvieron taquicardias y se empezaron a hacer reportajes. “El tío desapareció, era un estafador profesional. Hasta el nombre era falso”, recuerda.
El problema fue que Pablo motos había firmado con él un contrato por unos treinta millones de pesetas, de los cuáles realmente él cobrara al mes el equivalente a seiscientos euros. “Empecé a hacer la publicidad y empecé a ganar 12 mil euros. Firmé una serie de cosas y yo estaba en la mierda. Lo pasé francamente mal”, cuenta el presentador. Tanto es así que estuvo a punto de buscar a la persona que le había engañado y “cometer una barbaridad”. “Laura me frenó. Me dijo: ‘Tienes un coche, un piso y has hecho fortuna. Empieza de cero y no hagas el gilipollas’”, recuerda el valenciano sobre el consejo de su mujer que le ayudó a salir adelante.
Pablo Motos también ha recordado algunas conversaciones con aquel hombre que en cierta manera le han marcado su vida para siempre: “Me decía que me tenía que comprar un ático para mirar a la gente desde arriba y un buen reloj”. Cuando pasó aquella dura experiencia, el presentador se había quedado con 200 mil pesetas y decidió comprarse un Cartier para demostrase a él mismo “que lo iba a volver a conseguir”. “No quería que se me olvidase, al mirar la hora, lo fácil que era arruinarse”, recuerda.
La segunda vez que se arruinó fue cuando explotó la burbuja inmobiliaria. El valenciano tenía unos amigos de toda la vida que le aconsejaron invertir en bolsa porque estaban llegando a ganar 600 euros diarios. “Metí. Empecé a ganar pasta por un tubo”, asegura el presentador. Pero un día, al levantarse, vio que la bolsa había bajado muchísimo y, siguiendo los consejos de sus amigos, decidió no vender: “Dos horas más tarde me quedaban unos dos mil euros de los ahorros de toda mi vida. Metí todo. Me quedé sin nada otra vez”.