No hay piel que en algún momento no se haya visto enrojecida, sobre todo las más claras y finas. Suele ser algo transitorio y las causas pueden ser muy diversas, como episodios de estrés, cambios bruscos de temperatura, alteraciones hormonales o la práctica de ejercicio físico. También influye la predisposición genética y los problemas de tipo vascular pero, en cualquier caso, no es lo mismo tener rojeces que rosácea. Y, además, no se tratan de la misma manera. Te ayudamos a distinguirlas y te contamos cómo puedes hacerles frente.
Cuando una piel que se enrojece, aunque lo haga con frecuencia, no tiene por qué ser a causa de la rosácea. En cambio, cuando se tiene rosácea, las rojeces son muy habituales. Hablamos de rojeces cuando el enrojecimiento de la piel es pasajero y fruto de una alteración concreta.
Son brotes puntuales que afectan a millones de personas, generalmente de piel sensible. Incluso cuando se acompaña de una sensación de calor o de un ligero picor no precisa de tratamiento. Así que, si te identificas con estas señales, sencillamente tienes rojeces y no tienes qué preocuparte más de la cuenta. Posiblemente, lo mejor que pueden hacer es cuidar tu piel con productos específicos para pieles sensibles, que ayuden a calmarla y a evitar que enrojezca.
Hablar de rosácea ya es más complicado, porque se trata de una enfermedad inflamatoria crónica de la piel. Cuando el enrojecimiento es constante y, además va acompañado de ardor o sequedad, debes plantearte la posibilidad de que la causa sea la rosácea. Aunque no está claro qué la provoca, sí hay formas de hacerle frente. Puede aparecer en las mejillas, nariz, frente o mentón, y por lo general se da en personas con la piel grasa, sobre todo mujeres.
En ocasiones va acompañada de arañas vasculares y puede extenderse, en algunos casos, hasta la zona del ojo y afectar a los párpados. También pueden aparecer granos similares a los que aparecerían con un brote de acné.
Para determinar que padeces rosácea, es importante visitar a un dermatólogo que pueda llegar a esa conclusión. Además, posiblemente te realice alguna prueba que sirva para descartar otras afecciones, como lupus o psoriasis.
El tratamiento de la rosácea depende de caso. En ocasiones el médico puede recetar algún medicamento si lo considera necesario. Por lo general son eficaces y el brote disminuye o desparece, aunque puede reactivarse en cualquier momento. Algunas veces, el tratamiento que se recomienda es de tipo tópico, para que lo apliques directamente sobre la piel.
El estilo de vida también puede ayudarte a tener la rosácea bajo control, evitando situaciones de estrés, disminuyendo el picante de las comidas o reduciendo todo lo posible el consumo de alcohol. Además, hay que tratar la piel con cuidado, utilizando limpiadores faciales suaves, protegiéndola del sol y utilizado cosméticos específicos para piel sensible con rosácea o con tendencia a las rojeces.