Rebrotes, transmisión comunitaria, cuarentena… si en 2019 nos hubiesen dicho que integraríamos con tanta facilidad estas expresiones en nuestra vida, quizás no nos lo habríamos creído. Pero llegó el COVID, los contagios y la cuarentena, y no nos quedó otra que aprender la terminología básica para seguir la evolución de esa enfermedad que nos condiciona la vida. La vuelta a la calle tras el confinamiento fue un momento tan anhelado como debatido; después de casi tres meses en un encierro obligado, la gente no quería tomar riesgos innecesarios, y se preguntaba qué actividades eran seguras y cuáles suponían un riesgo para la salud.
Uno de los puntos más controvertidos fue la reapertura de los gimnasios, que no se dio hasta bien entrado el mes de junio. Los usuarios de estos espacios albergaban sus dudas: a fin de cuentas, se trata de instalaciones cerradas, con mucha afluencia de gente y en la que se tiene contacto directo con máquinas y materiales que tocan otras personas constantemente. Pero, ¿realmente suponen tanto riesgo? ¿Y cómo evitarlo, en la medida de lo posible? Te lo contamos en Divinity.es.
Como en tantos otros espacios, los gobiernos redujeron el espacio disponible de los gimnasios e impusieron distintas medidas de seguridad, que cada centro ha implementado como ha considerado oportuno. Por norma general, hoy es obligatorio hacer ejercicio con mascarilla (ya sea en la zona de máquinas o en las clases dirigidas) y limpiar los materiales utilizados a conciencia; los productos de limpieza los debe proveer el espacio. Además de eso, en algunas instalaciones se toma la temperatura antes de entrar y se han cerrado los vestuarios y las duchas, para evitar el contagio en esas zonas.
Pero, entonces, ¿el riesgo de contacto en los gimnasios es alto o bajo? Aparentemente, depende de cuatro factores: las condiciones de renovación del aire, el aforo del centro y la cantidad de personas que se reúnan en dicho espacio, el tiempo que permanezcan en él, la distancia de seguridad y el uso de mascarillas. Si no se toman medidas adecuadas, los gimnasios son un lugar ideal para que el virus se propague: son espacios cerrados que se ventilan artificialmente, hay una densidad de población elevada, los usuarios se limpian el sudor y lo depositan en las máquinas y la gente habla muy alto, favoreciendo la dispersión de partículas.
De hecho, en Corea del Sur ya se dio un caso en un gimnasio que favoreció la infección de 122 personas. Un estudio de Sukbin Jang, Si Hyun Han y Ji-Young Rhee publicado en la revista ‘Emerging Infectious Diseases’, del Centro de control y prevención de enfermedades de Estados Unidos, analizó este caso, en el que dos monitores con síntomas expusieron al virus a sus alumnos en una sala de baile. Había 22 personas, que a su vez portaron y propagaron el virus hasta superar el centenar de contagiados.
Para controlar los brotes y evitar su cierre, los gimnasios y gobiernos están llevando a cabo una serie de protocolos de precaución, para asegurar la salud de sus clientes. Reducción de aforo, citas previas, uso obligatorio de mascarilla, desinfección de manos con gel hidroalcohólico… estas medidas ayudan a garantizar la distancia de seguridad y, en caso de brote o contagio, permiten acotar el número de personas afectadas más fácilmente.
El virólogo del Instituto de Salud Carlos III Pepe Alcamí recomendaba, en una entrevista con Maldita Ciencia, que en los gimnasios se use como mucho una de cada dos máquinas, que después deben limpiarse a conciencia. Ocurre lo mismo en la zona de pesas y en la de alto rendimiento: para hacerlas seguras, no hay más misterio que la reducción del aforo, la limpieza de superficies y la distancia recomendada entre usuarios del centro, de entre un metro y medio y dos.
En el caso de las clases colectivas, Alcamí recuerda llevar mascarilla quirúrgica y distanciar a los usuarios, aunque reconoce que “estas son las que más problemas plantean porque se acumulan muchas personas en una habitación, habitualmente tipo pecera. Se han descrito brotes en este tipo de clases”, como el de Corea del Sur. En el caso de los vestuarios, el virólogo recomienda utilizarlos lo menos posible.
Evitar las horas puntas y no pasar mucho tiempo cerca de otros usuarios también puede ser de gran ayuda. Si puedes reducir el número de clases dirigidas a las que asistes, llevar dos toallas (una para secarte y otra para sentarte en las máquinas) y lavarte las manos tanto como puedas, estarás haciéndote un favor a ti y al resto de usuarios del gimnasio. Recuerda que el deporte al aire libre y en una piscina sigue siendo la mejor alternativa en tiempos de COVID, siempre y cuando reduzcas el contacto con otras personas y lleves puesta la mascarilla tanto como puedas.