A pesar de que no celebran San Valentín, o eso dicen, no hay fecha que Ion Aramendi y María Amores no aprovechen para recordar lo mucho que se quieren y compartirlo con el resto del mundo a través de sus redes sociales. Claro que esto no queda restringido a fechas señaladas, la pareja ha demostrado que cualquier momento es bueno para declararse su amor.
Los aniversarios no se escapan a esta tradición y gracias a ello hemos podido descubrir algunos detalles de su enlace, celebrado en 2011 y con el sello personal de la pareja.
Celebrada en Salamanca, Ion y María optaron por tener una boda a su manera, eso quiere decir que su amor era el protagonista, pero su objetivo es que todo el mundo disfrutara y lo pasara tan bien como pensaban pasarlo ellos.
“Nuestra boda fue un fiel reflejo de lo que queríamos que fuese nuestra vida juntos: un festival”, decía María sobre su gran día. “Fue una celebración sencilla, sin pretensiones y sin ornamentos… nuestro único objetivo era divertirnos y disfrutar”.
Una boda en la que ciertas cosas no salieron como esperaban y eso hizo que todo fuera perfecto. “Iba a llover y no llovió. Pedimos a los invitados que nos esperaran sentados y no hubo manera”, recordaba María por su 11 aniversario. “Entramos al ritmo de la sintonía de Mad Men, nuestra serie preferida”.
Alejados de todas tradiciones, ni siquiera hicieron una cena formal, el menú se sirvió tipo cocktail, donde cada uno se sentó donde mejor le pareció, algo que a posteriori, Amores definiría como “un acierto”. Contaron también con una banda de música, aunque no pudieron evitar que al cantante le quitaran el micrófono en varias ocasiones.
“Cantó el novio, cantó el padrino, habló quien quiso, hubo discursos emotivos y aportaciones surrealistas”, recordaba divertida. “Los novios nos atrevimos con una coreografía sorpresa muy Travolta”. La noche siguió con un DJ que consiguió que la fiesta tomara “dimensiones estratosféricas”. Un día que ha quedado para siempre guardado en sus retinas y con el que cumplieron su objetivo, “lo pasamos bárbaro”.
Fue un día cargado de diversión, de amigos y de celebración (superaron el consumo de la barra libre en ese lugar hasta la fecha), pero en el que también hubo tiempo para recuerdos emotivos. La novia se casó con un vestido cargado de historia, porque perteneció a su abuela Dorita, la madre de su madre. Algunos pequeños cambios y un paso por el tinte y se convirtió en el vestido perfecto para María.
Cuando Dorita iba en tren a Oviedo para hacerse el vestido, conoció a quien después sería su marido. “Ella le contó que se estaba haciendo un vestido para la fiesta de su 18 cumpleaños. En esas fiestas te podías echar novio y entonces mi abuelo, que estaba estudiando Medicina, le pidió que no fuera. Por lo visto, mi abuela no fue a esa fiesta y el vestido se quedó guardado en la maleta”.