Toda familia tiene al primo, la tía o el cuñado que todos esperan que, cuando hay una fiesta familiar, la líe. Las bodas son uno de sus terrenos de juego más habituales, porque si hay una certeza sobre lo que va a pasar en una de esas ceremonias es la de que alguien hará algo fuera de los esperado. Por ello, no sorprende que existan perfiles claros de cuáles son los invitados de boda más odiados. Son los que protagonizan las pesadillas de los novios, los que los restaurantes y empresas de servicios de bodas querrían poner en alguna lista negra y los que protagonizan las anécdotas y el cotilleo del resto de la familia y amigos cercanos y los que rompen el protocolo. Y, se quiera o no, son una parte tan fundamental de las bodas como los vestidos de los contrayentes: casi se podría decir que es imposible casarse sin ellos.
En cierto modo, las parejas lo saben. Aunque los protagonistas de las bodas son quienes se casan, sus invitados son su principal preocupación. Quieren que vayan a su boda, que participen y que disfruten del momento. Los datos del Informe del Sector Nupcial 2024 de Bodas.net apuntan que la principal prioridad de las parejas cuando organizan su boda es, justamente, que sus invitados se diviertan: el 80% asegura que lo que le preocupa es que todas las personas se lo pasen bien. t
Pero las bodas son también bastante concurridas, lo que lleva a que entre los asistentes haya de todo y toda clase de comportamientos y reacciones. De media, a nivel estatal, se invita a una boda a 121 personas. Las cosas varían entre las bodas más concurridas del sur —con 141 invitados de media en Andalucía— y las más reducidas del norte —con 90 en Cataluña—, pero lo que no cambia es que entre todas esas personas habrá alguien que haga algo que no guste mucho a los novios.
En líneas generales, según datos de Bodas.net, el tipo de invitado que despierta más rechazo es el que bebe más de la cuenta, el que quiere ser el centro de atención o el hater. De forma específica, eso sí, algunas personas concretas cosechan más que otras las iras de los novios. Una investigación de la plataforma —que preguntó a sus usuarios por el tema— señala cuatro invitados de boda malditos.
Escoger el vestido de invitada ideal no es sencillo, pero las normas de protocolo dejan claro que según que colores están prohibidos. Y si bien se podría debatir si el negro está o no bien como opción, el blanco es un no incuestionable. Por ello, no sorprende que el ranking de los invitados de bodas más odiados lo encabece la invitada que se presenta de blanco, con el 37% de los votos. “¿Ir de blanco? ¿en serio? ¿No hay más colores o qué? Y no, tampoco vale rosa palo o colores claros que al sol se parecen al blanco”, asegura una de las personas que votaron en este estudio.
Las ocasiones para vestir de blanco son más bien limitadas. El blanco solo se acepta en una boda de playa, una ibicenca (si no son exactamente lo mismo) o una en el que el dress code sea de forma clara que todo el mundo vaya vestido de ese color. Si no, mejor cambiar de gama cromática.
El siguiente perfil que despierta las iras de las personas que se casan es el de quienes aprovechan la idea de que se está celebrando el amor para celebrar el propio. En resumidas cuentas, nunca aproveches una boda ajena para montar tu propia petición de mano sin antes pedir permiso. El 18% de los encuestados asegura que es un movimiento odiable, o, como resume uno de sus testimonios, “una falta de respeto”.
Teniendo en cuenta que la pareja que se casa ha estado planificando todo al detalle y con cuidado y que las bodas se han convertido en una locura que requiere cada vez más dinero, la pedida de mano inesperada es como una bomba de caos. Las parejas del estudio también lamentan que robe el protagonismo de los contrayentes en un día que para ellos es especial. Otra cosa es que antes se haya pedido permiso para hacerlo y los novios estén en el ajo. Ahí más que una usurpación de protagonismo será parte del evento.
Los siguientes invitados más odiados son los que confirman en el último momento que van. Desde el otro lado pueden parecer lo más perdonables, puesto que el coste excesivo de las bodas se ha convertido en una ruina, una a la que cuesta decir que no. Hacerlo es posible y, al final, los novios se enfadarán más porque les digas en el último momento que no vas que a que se lo dejes claro desde el principio. El coste de la boda se verá impactado por ello, porque cada menú suma o baja la cuenta. Y, hablando de menús nupciales, ahí está el último grupo que los novios reconocen que es molesto, el de quienes se quejan del menú o piden cambios.