A finales de la década de los 70, cuando el entonces príncipe Felipe era solo un joven que se dedicaba a estudiar, a prepararse para su futuro cargo al frente de la corona. Pero también era un chaval que disfrutaba de su tiempo libre en compañía de sus amigos y, cómo no, de las vacaciones de verano en la isla de Mallorca.
La sociedad española aún creía que los príncipes se casaban con princesas, aunque el heredero ya había manifestado públicamente que “no me siento de la obligación a buscar esposa entre las damas de la nobleza europea. ¡En absoluto!”. A estas alturas de la vida ha demostrado con creces que sus palabras eran ciertas, pero el 6 de septiembre de 1981, cuando descubrimos su romance con Isabel Sartorius a través de la portada de la revista “Hola”, todo el mundo se puso en guardia: el joven heredero se había enamorado.
En aquel momento, el príncipe Felipe tenía 21 años e Isabel Sartorius, 24. Las fotos conseguidas por los paparazzi mientras navegaban por las aguas de la isla en una embarcación mostraban a dos jóvenes que solo tenían ojos el uno para el otro. Por supuesto, los periodistas se pusieron manos a la obra para descubrir todos los detalles acerca de aquella chica de aspecto noble que había conquistado al príncipe.
Así, casi al mismo tiempo que tuvimos noticia de la relación entre ambos, supimos que Isabel Sartorius tenía, efectivamente, vínculos directos con la nobleza. Hija de Vicente Sartorius Cabeza de Vaca, marqués de Mariño y de Isabel de Zorraquín, vivió el divorcio de sus padres, algo que todavía no era bien visto dentro de la sociedad española, y menos para aproximarse a la casa real. Su padre volvió a casarse con Nora de Liechtenstein, mientras que su madre lo hacía con Manuel Ulloa, quien llegó a ser primer ministro de Perú.
Isabel Sartorius, ya en 1981 y a pesar de su juventud, contaba con una excelente formación académica y una trayectoria laboral digna de admiración, por no hablar de sus orígenes nobles, pero el cuestionamiento acerca de si cumplía los requisitos para ser reina de España supusieron una presión difícil de soportar.
Todo podía haberse quedado ahí, en un amor de verano. Pero pronto quedó claro que lo que sentían el uno por el otro era más que una atracción pasajera. A pesar de que la prensa en aquellos años no publicaba nada que pudiera desestabilizar la imagen de la familia real, era inevitable seguir los pasos de la joven pareja, ya que estuvieron juntos cuatro años. Pero las presiones sobre Isabel y su familia, además de la ejercida sobre el entonces príncipe, que finalmente rompieron y ella marchó a Londres para poner distancia.