La historia de amor de Mabel de Holanda y el príncipe Friso no fue sencilla, sus comienzos estuvieron marcados por la oposición de la Casa Real holandesa a esta relación, pues el pasado de Mabel no les parecía adecuado, por su vínculo con el narcotraficante Klaas Bruinsma.
Las dudas de la familia real holandesa no causaron el efecto deseado en la pareja, quienes lejos de romper la relación, decidieron dar un paso más y casarse en 2004. Eso sí, el segundo de los hijos de la reina Beatriz y el príncipe Nicolás, renunciaba a sus derechos dinásticos para poder casarse con el amor de su vida.
La pareja se juraba amor eterno y se establecía en Londres junto a sus dos hijas, Luana y Zaria. Una vida de felicidad que quedaba truncada en 2012 causa de un accidente en la nieve que acabaría con la vida de Friso.
El príncipe se encontraba esquiando en Austria cuando un alud de nieve lo sepultó y, aunque pudieron encontrarlo, los daños eran demasiado graves y, tras pasar un año y medio en coma, finalmente fallecía en 2013, dejando a Mabel viuda y al cargo de sus dos hijas.
Por expreso deseo de la familia, el funeral celebrado fue un evento íntimo al que solo acudieron los más cercanos. El único representante de las monarquías europeas fue el rey Harald de Noruega, que había sido su padrino de bautismo.
El matrimonio había llevado siempre una vida tranquila, dedicados a proyectos humanitarios y mostrando siempre su lado más amable y discreto. Pasado el primer impacto y las dudas sobre Mabel, supo ganarse el cariño de la gente, pero también de su familia política, sobre todo de su suegra, con quien mantuvo una cercana relación también tras la muerte de Friso.
Tras el accidente de su marido, Mabel tuvo que hacerse cargo de todo, no solo de su familia, también de detalles que no habían tenido en cuenta, pues nadie esperaba el fatal desenlace, siendo el hermano del rey Guillermo tan joven. Murió sin hacer testamento y Mabel solicitó a los tribunales que le dejaran hacerlo a ella, como así fue.
En ese documento se establecía que los gastos del funeral saldrían de la herencia, así la Casa Real no se haría cargo de ello, y también repartía el patrimonio del segundo hijo de la reina Beatriz. El dinero, más de seis millones de euros, se metió en un fondo fiduciario para Mabel y sus hijas, quienes no podrían disponer de él hasta los 18 años. El fondo no se puede disolver hasta pasado s 125 años y, en caso de no haber descendentes, iría a los descendientes de los hermanos de Friso y Mabel.
Tras la muerte de Friso, la vida de Mabel ha seguido su curso. Pasado un tiempo dejó de posar para las tradicionales fotografías de la familia real en Lech, en los Alpes austriacos, pero su relación con ellos sigue siendo buena. Ha sabido mantener la fortuna de su marido e incluso multiplicarla, demostrando su gran valía y su mente para los negocios.
Tampoco ha renunciado a las labores solidarias y trabajos humanitarios, a los que dedica buena parte de su energía.