Los motivos que llevaron a que Magdalena de Suecia se trasladara a Nueva York en 2010 no fueron los más agradables. La menor de los tres hijos de los reyes Carlos Gustavo y Silvia, se enfrentaba a una situación complicada, pues se convertía en el centro de atención al conocerse que su compromiso con el abogado sueco Jonas Bergström, con quien llevaba saliendo ocho años, estaba a punto de ser cancelado si no lo había sido ya.
La pareja ponía fin a su relación cuando estaban a punto de pasar por el altar, una boda que en un primer momento se dijo que se había pospuesto a causa de la cercanía del enlace de Victoria, heredera al trono, pero que pronto quedó en evidencia que era por la crisis de la pareja, al hacerse públicas las salidas nocturnas del abogado, así como los rumores de infidelidad.
Magdalena optó por poner tierra de por medio y fue una decisión que el tiempo ha demostrado más que buena, pues gracias a ello pudo retomar su vida, alejarse de polémicas y conocer al que sería el amor de su vida. Conoció a Chris O’Neill gracias a unos amigos comunes y, tras dos años de relación, anunciaron su compromiso. Ocho meses después llegaba la tan esperada boda.
El 8 de junio de 2013 la pareja se daba el ‘sí, quiero’ en una romántica ceremonia celebrada en la capilla del Palacio Real de Estocolmo. Un evento muy esperado por todos los suecos, que no dudaron en llenar las calles para mostrar su apoyo a la princesa y también para no perderse detalle de este momento histórico.
Fue una ceremonia a la que acudieron más de 400 invitados, entre los que no faltaron destacados nombres de las monarquías europeas, como Pablo y Marie-Chantal de Grecia, Federico y Mary de Dinamarca, Haakon y Mette-Marit de Noruega o Eduardo y Sophie de Inglaterra. No se casaba la heredera, pero nadie quiso perderse el enlace.
La novia entró a la iglesia puntual, del brazo de su padre y luciendo un maravilloso vestido firmado por Valentino, que también estuvo entre los asistentes. Un diseño de organza de seda plisada, con detalles de encaje de Chantilly, de escote barco, cuerpo de encaje y cola de cuatro metros, que acompañó con un velo sujeto a la tiara ‘fringe’ familiar, que era su preferida.
Tras la ceremonia, la pareja fue recibida a la salida de la iglesia por 21 salvas de cañón y recorrieron la ciudad en un carruaje tirado por caballos que les llevó hasta el Palacio de Drottingholm, donde tuvo lugar la cena. Un evento privado que incluso tuvo fuegos artificiales de madrugada. La pareja quiso ceñirse a las tradiciones de este tipo de celebraciones, pero también darle su toque personal, por ejemplo, Marie Fredriksson, cantante del grupo Roxette, amenizó la boda entonando una canción sueca.
Desde que se casaron han vivido en Estados Unidos, donde Chris ha seguido trabajando como financiero, tras haber renunciado a los títulos que le corresponden por su matrimonio para así poder continuar con su carrera. Allí también están criando a sus tres hijos, aunque hace un tiempo la pareja anunció su intención de mudarse a Suecia de manera inminente.