Catherine Zeta-Jones y Michael Douglas: la mansión que venden por 12 millones de dólares, al detalle

Si tienes doce millones de dólares en el bolsillo y quieres mudarte al otro lado del charco, estás de suerte, ya la mansión de Michael Douglas y Catherine Zeta-Jones está en venta y lo cierto es que no puede resultar de lo más apetecible.

Son una de las parejas mejor avenidas del séptimo arte, ya no solo en el terreno amoroso, sino también en el ámbito profesional. A la vista está que no les ha ido nada mal teniendo en cuenta que esta espectacular villa de 1.500 m2, situada a orillas del río Hudson en la localidad costera de Irvington, a 40 kilómetros de Nueva York, no es la más imponente de las que han tenido. Previamente fueron propietarios de otra en Bedford, relativamente cerca de esta, que era toda vía más grande y que vendieron en 2019 para mudarse a esta casa.

Poco antes de la pandemia la familia decidió mudarse a este hogar con la intención de echar raíces aquí, pero al final las circunstancias de la vida hacen que cada vez pasen más tiempo en Europa (de hecho, en Mallorca, al igual que otras celebrities como la baronesa Thyssen, poseen una propiedad en una exclusiva urbanización), por lo que han decidido que tenga un nuevo dueño. “Cuando compré esta casa sabía que nuestra familia compartiría muchos momentos felices aquí, y así fue”, contó la actriz al periódico 'The Wall Street Journal' en su día. Sea como fuere, no cabe duda de que es toda una inversión, teniendo en cuenta que la adquirieron por 4,5 millones de euros y ahora la están vendiendo a 12.

Un entorno idílico

La residencia se encuentra en una finca en la que el verde es el denominador común y que resulta perfecta para desconectar del bullicio de la gran ciudad. Basada en el estilo georgiano, fue construida a finales de los años veinte, y desde sus inicios ha sido habitada por grandes empresarios como el fundador de la joyería de lujo, Tiffany & Co. Charles Lewis Tiffany, y la familia Matthiessen, ricos comerciantes de azúcar.

La estructura de ladrillo y piedra ha sido renovada en varias ocasiones, manteniendo la fachada intacta, pero haciendo que el interior se viese de lo más moderno a la vez que acogedor. Repartido en cuatro plantas, el espacio no puede resultar más cómodo para que sus nuevos inquilinos estén entretenidos las 24 horas del día y no tengan necesidad de salir de casa. Posee un total de ocho dormitorios en suite y doce baños, y está pensada para recibir invitados gracias a sus múltiples salones y comodidades que se detallan a continuación.

La mansión, al detalle

En el apetecible jardín no falta un porche con un cenador, barbacoa y zona lounge donde se puede disfrutar del atardecer y unas vistas de lujo al río. Todo con un estilo muy relajado basado en tonos neutros entre los que destaca el blanco y el negro.

El recibidor principal resulta de lo más elegante, con un mix perfecto entre el clasicismo y el vanguardismo, tal y como se aprecia a través de las molduras del techo y la escalera de mármol. No faltan tampoco las obras de arte por doquier.

Las estancias de la planta principal que comunican con el jardín siguen una línea de estilo similar a la del exterior. Relajada a la vez que bohemia.

El comedor principal posee espacio suficiente para celebrar grandes banquetes y tiene un denominador común con las estancias aledañas: la presencia marcada del color rojo.

Numerosas son las salas de estar y rincones para relajarse y en donde cada detalle está cuidado a la perfección.

Tampoco falta una hermosa biblioteca con paneles de roble que conecta con una biblioteca de dos plantas y un salón con su propio bar.

La cocina está revestida de ladrillo e incluye una gran isla para comer, así como electrodomésticos inoxidables de alta gama, y una sala de estar contigua.

Además del comedor principal, encontramos otros que comunican con los diferentes salones en plantas diferentes.

Los más curiosos han de saber que la mansión tiene nombre propio, Longmeadow.

La lujosa suite principal se basa en los tonos blancos con mobiliario clásico que adquiere un aire pulcro y renovado gracias a la tonalidad de las paredes, los grandes ventanales y los juegos textiles.

Tiene también una zona de estar independiente de lo más cómoda.

La estancia cuenta además baño con jacuzzi y chimenea en el que la mayor parte de los detalles son de mármol.

Tampoco falta un amplio un vestidor que nada tiene que envidiar a una tienda.

En la planta baja encontramos una zona de recreo con una cocina americana que comunica con otra de las zonas más interesantes de la mansión, el gimnasio.

En este caso el estilo es más moderno y aséptico, siempre respetando los juegos de color del resto de la decoración de la casa.

Por último, una piscina cubierta climatizada de 6 metros que descansa junto a un trío de grandes ventanales arqueados con vistas al Hudson. No hay que olvidar que la mansión incluye un cine, sala de juegos y garaje para cuatro vehículos. Lujo en estado puro.