Se conocieron dándolo todo en un concierto de Enrique Iglesias hace una década, pero tuvieron que pasar unos meses para que su historia de amor diese comienzo. Lo que arrancó como una amistad con innegable complicidad derivó en una de las relaciones más estables del panorama de la alta sociedad patria. Diez años han pasado desde que Ana Boyer y Fernando Verdasco entablaron su primera conversación y, pese a que en sus comienzos fueron bastante cautos a la hora de hablar de su intimidad, con el tiempo nos hicieron partícipe de esa admiración y cariño que se profesan a lo largo y ancho del planeta.
Pese a que tienen su residencia fijada entre Madrid y Doha, lo suyo es un matrimonio de altos vuelos definido por los constantes viajes que deben realizar debido al sacrificado trabajo de Verdasco. La hija de Isabel Preysler no duda en asistir siempre que está en su mano a las competiciones de su marido. Tanto ella como sus dos hijos, Miguel y Mateo, se han convertido en tres trotamundos que amoldan su agenda a la del tenista. Unos sacrificios personales y profesionales en pos de mantener a los pequeños cerca de su padre de los que ha hablado como nunca Boyer en una reciente entrevista con ‘El País’.
“He renunciado a mucho para optar por mi familia”, asume la abogada, que recuerda en este diario que dejó el trabajo que tenía “a plena consciencia”, aun sabiendo que “era bastante cuadriculado y no era fácil volver si te salías”. No obstante, “viendo lo que he vivido y la familia que hemos creado”, la hermana de Tamara Falcó, en la actualidad, no se arrepiente “en absoluto” de la decisión que tomó. “Es un privilegio poder disfrutar tanto tiempo de nuestros hijos”, se siente bastante afortunada con su situación.
Graduada en Derecho y Administración y Dirección de Empresas, el futuro de Boyer parecía que iba a estar vinculado al ámbito profesional. Se antojaba imposible imaginar a la empresaria gozando del estatus de influencer e icono de estilo del que presume ahora. De manera gradual y dejándose llevar por las oportunidades que le daba la vida, cambió los despachos por los photocalls y eventos que ahora frecuenta. “No ha sido algo muy consciente ni he necesitado mucha adaptación”, asegura la protagonista de nuestra noticia, que cree que le ha dado naturalidad a esta nueva realidad ya que “es algo que también veía en mi casa con mi madre y mis hermanos”.