Dos parejas diferentes y dos maneras distintas de vivir el final de un matrimonio, así han sido los divorcios de la infanta Elena y Jaime de Marichalar y de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin. Relaciones que no han tenido el final feliz que esperaban cuando se casaron, pero que han acabado bajo la atenta mirada de todo el mundo.
Una pareja anunció el final con un comunicado con una frase histórica que quedará en el recuerdo de todos, incluso llegando a olvidar su origen. La otra hizo lo propio después de que una revista publicara unas imágenes en las que quedaba claro que una de las partes ya había rehecho su vida y que el matrimonio no era tan feliz como todos suponían.
La noticia se hacía pública en 2007, cuando el Portavoz de la Zarzuela anunciaba el “cese temporal de la convivencia” del matrimonio, un eufemismo con el que aclaraban la situación de la pareja, evitando las palabras ‘separación’ y ‘divorcio’, que se enfrentaba a rumores de crisis desde hacía bastante tiempo. Intentaban de este modo gestionar una situación inusual, era la primera vez que un miembro de la monarquía Española se divorciaba.
Según los medios de la época, el matrimonio se dejaba aconsejar por los Reyes (por aquel entonces don Juan Carlos y doña Sofía) y se tomaba un tiempo para decidir su situación. Siempre con la mayor discreción, la infanta se trasladaba junto con sus hijos a vivir a un chalé y, más tarde, a un piso cercano a la zona de Retiro, en la capital. Dos años después firmaban el divorcio.
Los motivos de la separación nunca llegaron a trascender, aunque se suele asumir que la relación entre ellos se fue enfriando con el tiempo desde que Jaime sufrió una isquemia cerebral en 2001, puede que incluso desde antes. El expediente de divorcio tampoco se ha hecho público, se guarda en la caja fuerte del Juzgado de Familia número 22 de Madrid, tal y como informó en su día la periodista Cote Villar en ‘La Otra Crónica’.
Su relación actual es escasa, solo en beneficio de sus hijos y ninguno parece haber rehecho su vida sentimental. Esta fue una situación novedosa para la Casa Real, que intentó contener los rumores y dar la información a su manera, algo que en la época fue aceptado (no sin cierta sorpresa), pero que no queda claro que a día de hoy fuera recibido sin causar gran cachondeo.
Las cosas fueron muy diferentes con el anuncio de la separación de Cristina e Iñaki. Las cosas para la familia del Rey habían cambiado mucho con el tiempo, ahora el Rey era Felipe, la imagen de la monarquía no atravesaba su mejor momento, Cristina se había mudado a Ginebra con su familia y había permanecido al lado de su marido durante el juicio por el caso Nóos y también durante la posterior condena.
Salían a la luz unas imágenes en las que se veía a Iñaki pasear de la mano con Ainhoa Armentia y, pocos días después, la infanta Cristina mandaba un comunicado en el que confirmaba el divorcio, ya no había vuelta atrás para el matrimonio. “Todos estamos tranquilos y nos vamos a querer igual”, decía en aquel momento Pablo, segundo hijo de ambos y portavoz improvisado. “Son cosas que pasan y lo hablaremos entre nosotros”.
Su divorcio está siendo un proceso lento, pero seguro, y se espera que firmen los papeles hacia el mes de abril. Este cuenta con varias cláusulas, entre ellas la de silencio, Urdangarin no podrá hacer declaraciones ni escribir un libro, algo que le habían ofrecido y, a cambio, recibirá una pensión.