Cada vez conocemos un poco mejor a Georgina Rodríguez, gracias a su cuenta de Instagram y a sus entrevistas, pero sobre todo gracias al reality que tiene en Netflix, del que ha estrenado ya su segunda temporada. ‘Soy Georgina’ sigue a la pareja de Cristiano Ronaldo en sus aventuras y también en sus desventuras.
Frente a las cámaras, Gio no ha dudado en abrir las puertas de su casa, pero también las de su corazón, compartiendo con todos los espectadores algunos de los momentos más difíciles de su vida, como la muerte de su hijo Ángel al nacer. De vez en cuando también cuenta alguna historia de su infancia, esa que todo el mundo sabe que pasó junto a su hermana Ivana en Jaca.
Así, mientras revela cada vez más detalles sobre su vida, también se encarga de mantener otros en el misterio, porque si bien hay cosas que no le importa recordar y cuenta con cierta frecuencia, como el tiempo que pasó trabajando como dependienta en tiendas de lujo antes de conocer a Cris, otras parcelas de su vida las mantiene siempre en privado.
Esto es lo que sucede con todo (o casi todo) lo que está relacionado con su madre, Ana María Hernández, a quien apenas nombra y que nunca aparece en sus redes. Una mujer que prefiere mantener al margen de su vida pública, aunque se muestra muy agradecida con ella por todo lo que le ha dado.
“Gracias a mi madre y a mi hermana Ivana por acompañarme en el camino de la vida, porque siempre hemos sido una pequeña familia de 3, pero esto ha hecho que seamos incondicionales e inseparables”, escribía en sus redes sociales. Una de las pocas ocasiones en las que menciona a su madre, pero con la que demuestra que la tiene muy presente.
Ana María es natural de Águilas (Murcia), donde conoció al argentino Jorge Eduardo Rodríguez, padre de sus dos hijas. Tras el nacimiento de Ivana, la familia viajó a Argentina para que todos pudieran conocerse y es en ese periodo de tiempo cuando nació Georgina en 1994. A pesar de que Jorge quería quedarse allí, finalmente regresaron a España.
Tras un tiempo, la familia se mudaba a Jaca, donde no es ningún secreto que las hermanas crecieron, de hecho siempre recuerdan su tiempo allí con gran cariño, aunque reconocen que no siempre fue fácil. Crecieron en un pequeño apartamento de menos de 30 metros cuadrados, que cambiaron por un adosado cuando las cosas fueron mejor y al que tuvieron que regresar cuando las cosas de nuevo se torcieron.
En Jaca la familia se dedicó durante un tiempo a la hostelería, pero las cosas no fueron bien y tuvieron que cerrar su negocio. El matrimonio terminaría divorciándose y Jorge Eduardo regresaba a Buenos Aires. Allí fue detenido y condenado, llegando a pasar un tiempo en prisión.
En 2019 fallecía a causa de las complicaciones que le quedaron tras sufrir ictus dos años antes. Este fue uno de los momentos más duros para Georgina, que tenía que despedirse de su padre demasiado pronto.