A sus 51 años, Florentino Fernández se ha convertido en uno de los rostros televisivos más reconocidos debido a su larga trayectoria de más de tres décadas, así como su conducción y participación en algunos de los programas con más éxito y en los que él se ha encargado de poner su toque personal a través del humor que le caracteriza. Sin embargo, antes de dedicarse a la pequeña pantalla, sus planes laborales de futuro eran muy distintos a los de ahora.
Más conocido como Flo, el cómico dejó sus estudios a una edad temprana, razón por la cual buscó trabajo como vigilante de seguridad. Tal y como explicó en ‘Mi casa es la tuya’, “las noches eran largas y había que pasar el rato”, por lo que dedicó sus horas de trabajo a aprender un sinfín de imitaciones.
De hecho, fue por aquel entonces, durante un incidente con un individuo que intentó llevarse las pertenencias de un restaurante, cuando protagonizó una anécdota que sin duda alguna le estaba ofreciendo señales sobre su futuro: “Una vez pillé a un tío robando en un Vips. Le dije “¿qué? Está la cosa mu’ mala” y me dice: ‘qué bien imitas a Chiquito de la Calzada’, a lo que le contesté “es que estoy en la gloria de mi madre”, contó.
Desde entonces, muchos de sus compañeros le animaron a presentarse a un casting de televisión, una propuesta que él aceptó aunque no obtuvo respuesta hasta pasados los meses cuando Telecinco se puso en contacto con él a través de su padre, que fue el que le avisó de a llamada telefónica. Así, puso rumbo desde su pueblo hasta la capital.
En la prueba de “Esta noche cruzamos el Mississippi”, sin haberse preparado ni una sola intervención, realizó unas cuantas imitaciones que cautivaron a los directores y que le convirtieron en el nuevo colaborador del programa de Pepe Navarro, un trabajo por el que su madre “le pidió que dejase de hacer el tonto” hasta que vio las 380.000 pesetas que había ganado (2.200 euros). Sin embargo, continuó con su primera labor mientras que lo compaginaba con el show hasta que apareció en su vida el personaje de Crispín Klander y, posteriormente, un sinfín de oportunidades hasta hoy.
A pesar del éxito conseguido, tal y como Fernández afirmó también a Bertín Osborne, su sueño profesional era otro muy distinto: “Yo siempre he querido ser conductor de autobuses”, el oficio desempeñado por su padre y de quien heredó también su sentido del humor.