Cuando una pareja se rompe es habitual que ambos integrantes sufran, sobre todo si la relación empezó años atrás y ya habían creado una vida en común. Tras la ruptura hace falta tiempo para ir llenando esos vacíos con nuevas experiencias hasta volver a sentirse bien. Pero no es fácil y el camino puede resultar hasta insoportable. En Divinity hemos investigado cómo aceptar y superar una ruptura y qué podemos hacer para recuperarnos cuanto antes.
La frase más común de las amistades o de la familia es que “el tiempo lo cura todo”; que hay que tener paciencia y que llega un día en que se puede mirar atrás con la tranquilidad de que se ha superado el bache; ser capaz de guardarse en el corazón lo positivo; olvidar lo negativo y aprender de la experiencia… Todo esto está muy bien, sin embargo, son solo palabras.
El que lo sufre quiere ser el dios del tiempo para tener el poder de avanzar las horas y los días que dicen que hay que pasar, sin sufrirlas, y verse en una nueva etapa de la vida inundada de felicidad. Igualmente, se siente culpable y repasa mentalmente cada enfado o discusión y piensa qué tendría que haber hecho o dicho para evitar llegar esa situación. En realidad, ese machaque emocional no sirve de nada, ya es tarde para mirar atrás, si acaso que recordar tenga una utilidad: aprender y salir fortalecido.
Poner fin a una relación no es un hecho excepcional sino que sucede cada minuto, independientemente de quién tome la decisión o de si es consensuada. Es decir, es una prueba en la que uno se siente solo pero cientos de personas se encuentran en su misma situación. A veces, la separación es demasiado brusca, traumática, dolorosa o complicada. También, con el paso del tiempo todo se supera y la experiencia se recuerda, más agradable o más agria, convirtiéndose en una oportunidad para crecer, evolucionar y aprender.
De todos modos, en líneas generales, cuanto mayor es la calidad de una relación personal y cuánto más sana es, menores son las dificultades para superarla cuando se termina. No obstante, las etapas hasta que se supera esa separación suelen ser las mismas y se van desencadenando hasta resolverse de forma parecida al duelo que se padece cuando fallece un ser querido.
Así, primero aparece la negación (“es imposible que me haya dejado”), después la ira (“cómo se le ocurre tratarme así” o “le odio profundamente”), a continuación la negociación (con el envío de mensajes casuales o provocando encuentros), enseguida llega la depresión (se es consciente de lo sucedido con tristeza, desgana y desesperanza) y, por último, y la más necesaria, la aceptación (cuando los recuerdos no causan dolor y se puede hablar de la expareja con naturalidad).
Es lógico, cuando finaliza una relación es necesario hacerse a la idea de que las cosas han cambiado. Hay que pasar página y acostumbrarse a la nueva realidad. Tales etapas del duelo van íntimamente ligadas a una serie de emociones que además se presentan normalmente en la siguiente secuencia: ansiedad, miedo, ira, rabia, tristeza, frustración…
El problema está cuando se produce un bloqueo que no permite avanzar al siguiente paso hasta cerrar el duelo. En estos casos la clave está en percatarse de que no hay posibilidad de avanzar por uno mismo y solicitar la ayuda de un profesional.
Siempre se pueden tomar ciertas “medidas” para sobrellevar dichas etapas lo mejor posible con el objetivo de superar una ruptura de pareja. Estas son algunas de esas medidas: