El pasado domingo, Terelu Campos daba por concluida su aventura en ‘Supervivientes 2025’. Una experiencia apasionante, sin duda, pero también agotadora, que ha podido con ella, tal como comentaba en plató su hermana Carmen. Terelu se despidió del programa recordando, entre otros, a su padre, que decidió acabar con su vida hace algo más de 40 años. Explicó que con el tiempo ha aprendido a quererle y a perdonarle, mientras su hermana, en plató, hablaba de que lo pasaba mal cuando le preguntaban por él, ya que en 1984 apenas se hablaba de salud mental.
¿Cómo se encaja un golpe así? ¿Se gestiona igual un duelo cuando prevemos la pérdida de un ser querido que cuando es él quien escoge cuándo poner fin a su vida, sobre todo sin que nadie sospeche esta decisión? Hemos hablado con la psicóloga Laura Peláez, miembro del Colegio Oficial de Psicólogos de Castilla y León (COPCyL), para que nos dé las claves de cómo transitar estas pérdidas.
“Cada pérdida, por suicidio o por otra causa, es distinta y compleja”, señala la experta. Sin embargo, indica, hay particularidades comunes al duelo por un ser querido que se ha quitado la vida que dificultan su elaboración y que son las siguientes: Son pérdidas repentinas, que encierran mayor o menor grado de sorpresa dependiendo de si había un historial de enfermedad mental, de si la persona había hecho o no otros intentos en el pasado o de su situación vital, entre otros factores. “Habitualmente”, explica Laura Peláez, “no existe la posibilidad de una preparación psicológica o una despedida”.
Aunque el tema del suicidio cada vez se habla más abiertamente, la psicóloga reconoce que sigue siendo un tabú social. “Es muy complicado comprender o aceptar algo sobre lo que sentimos que no podemos hablar”, comenta Peláez. “Se reducen las posibilidades de compartir o desahogarnos con otra persona, de recibir apoyo o de la ordenación de ideas que produce expresar algo en voz alta a alguien con quien nos sentimos seguros y en confianza”.
Las personas que viven ese tipo de duelos buscan respuestas a preguntas que nadie puede darles. Aparecen los ‘por qués’: ¿Por qué se quitó la vida?, ¿por qué en ese momento?, ¿por qué de esa manera?”. “La incertidumbre”, señala, “es muy difícil de manejar y se busca aliviarla intentando comprender”.
Cuando la pérdida de un ser querido es voluntad de este, se dan emociones dolorosas que no están presentes (o no tanto) en otros duelos. Por ejemplo, “el enfado hacia la persona fallecida, la incomprensión, la vergüenza…”. Una de las más comunes es la culpa. El ser querido que sufre el duelo se plantea escenarios alternativos en los que cree que podría haberlo evitado: “¿Y si yo hubiera…?”.
La experta añade otra clave: que el duelo lo vivan personas con creencias religiosas. Esto puede ser “una ayuda o una dificultad añadida, ya que algunas religiones penalizan el suicidio”, comenta. Otra variable en estos procesos es la forma elegida por la persona fallecida para quitarse la vida, ya que “puede influir en la elaboración del duelo. Si es violenta, puede resultar especialmente traumático para el ser querido”, sugiere Laura Peláez.
¿Cómo sobrellevar esta pérdida? "Diría que lo principal es hablar con alguien con quien nos sentamos seguras/os y escuchadas/os, y poder poner en voz alta lo que pasa por la cabeza", explica la experta. "Se trata de un duelo especialmente complicado, y afrontarlo en soledad es mucho más difícil, por lo que, añade, es muy posible que tenga que buscar ayuda profesional. "No hace falta esperar a tocar fondo para ir a la psicóloga", recuerda.
Por todas estas razones, y tal como se ha advertido en distintas investigaciones, incide la psicóloga, “las personas que han perdido a alguien por suicidio demandan más ayuda profesional que si la muerte ha sido por otra causa”. Y concluye: “Es importante saber que una persona no se quita la vida porque quiera morir. Lo hace porque en ese momento piensa que la muerte es la única salida a su sufrimiento”. Por este motivo, recuerda a las personas que se sientan emocionalmente desamparadas que lean con atención planes de actuación como el que ha elaborado el COPCyL, llamado 'Engánchate a la vida'.
En él ofrecen un listado de razones para no convertir la idea en realidad, entre ellas saber que nunca se está solo/a por más que se crea; que normalmente el o los motivos que nos llevan a querer acabar con la propia vida tienen solución, aunque no la veamos; que para librarse de esos motivos es mejor buscar apoyo; que no es bueno actuar de forma impulsiva; que las razones para vivir nos ayudan a superar los momentos difíciles y siempre existen varias; que se piense en qué o quiénes nos han sostenido cuando nos sentíamos mal y, en resumen, que todos los túneles tienen luz al final.
Detectar las señales de alerta que llevan a alguien a esas ideaciones, tener un grupo de al menos cinco personas a las que contactar si se pasa por una etapa así (desde amigos o familiares a terapeutas), contactarlos de uno en uno si es necesario o llamar en última instancia al 112 pueden ser la salvación de esa persona.
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