No es una sorpresa que la adolescencia es una etapa complicada para los hijos, pero también para los padres y madres, que empiezan a tener problemas para comunicarse con ellos. En esta fase está más marcado que nunca el deseo de independencia, unido a la necesidad de reafirmar una identidad propia. No es sencillo entenderles siempre, ni tampoco conseguir que te entiendan. Por eso no puedes perderte estas pautas para que tus hijos adolescentes te escuchen, y que van a mejorar muchísimo la comunicación entre vosotros.
Los adolescentes necesitan mucha paciencia a su alrededor para que la comunicación sea positiva. A su edad, dicen cosas que pueden ser una verdadera provocación, pero es importante que respires hondo y continúes hablando sin perder las formas. Si gritas, lo más posible es que tu hijo haga lo mismo y, evidentemente, las opciones de dialogar habrán terminado.
Es decir, aunque para ti tu hijo siempre será un bebé, lo cierto es que ha crecido. Y los adolescentes necesitan sentir que se les trata como a alguien “casi adulto”. Así que es mejor que evites gestos y tonos que le hagan sentir que lo estás tratando como a un niño pequeño. Si siente tu respeto, es más fácil que te respete y te escuche.
Si consigues que tu hijo se sincere contigo, posiblemente te cuente cosas que no te gustará oír. Es razonable que reacciones enfadándote o poniendo un castigo, pero tienes que tener claro que no es la mejor opción. Si lo haces, traicionarás su confianza y le costará volver a sincerarse contigo. Intenta ser comprensiva y buscar temas que sean de su interés para que se anime a hablarte y, por supuesto, a escucharte.
Por muy lejano que te parezca, tú también fuiste adolescente. Y sí, eras impulsiva, impredecible, inconformista… Es muy importante que te pongas en el lugar de tu hijo para entender muchas de sus reacciones y comportamientos. Con los adolescentes la polémica está servida, ya que pueden tener opiniones muy controvertidas sobre diferentes temas. Lo ideal es que sienta que quieres conocer su punto de vista y aceptarlo, aunque no coincida con el tuyo.
Aunque lo parezca en muchas ocasiones, no es así. Los adolescentes parecen enfrentarse a todo y a todos. Además, las hormonas no juegan a su favor, y sus estados de ánimo pueden llegar a ser una auténtica montaña rusa. Por eso, a veces, se muestran más desagradables de lo que a ellos mismos les gustaría. No te lo tomes como algo personal. Si no es posible hablar, puedes proponer aplazar la conversación hasta que tu hijo esté más calmado.