Cómo hablar de la muerte con los niños: "Es importante enseñarles a lidiar con ella y no usar eufemismos"

A lo largo de la crianza hay momentos en los que toca abordar temas delicados. Uno de los grandes desafíos es el de hablar con nuestros hijos e hijas de la muerte. ¿Cuándo y cómo debemos hablar con nuestros hijos de ella? ¿Hay un tramo de edad óptimo o depende más del enfoque? Hemos hablado con personas expertas en el tema para dar algunos consejos prácticos de cómo hacerlo sin provocar traumas.

¿Cuándo comienzan los niños y las niñas a tomar conciencia de la muerte?

“Los niños empiezan a hablar de la muerte a los 2 o 3 años de forma simbólica, sin relacionarlo con el hecho real de la desaparición definitiva de la persona”, nos explica Montse Díaz, doctora en Medicina Translacional, máster en Neuropsicología Clínica y creadora de neuropsicoteca.com, “pero no es hasta los 5 años donde empiezan a ser conscientes del hecho irreversible que tiene y que ocurre a todos los seres vivos”, añade. Y ni siquiera en ese punto han madurado al máximo la idea de la muerte como desaparición definitiva: “Hasta los 10 años no tienen el concepto tan sofisticado o complejo como los adultos”. Esta tardanza en asumir el concepto tiene en gran parte que ver con un profundo cambio social, en el que nos hemos alejado de la naturaleza; allí, “la vida y la muerte ocurren en un ciclo natural y espontáneo de forma cíclica”; sin embargo, la muerte es algo que se oculta, se vive de otro modo, lo que nos hace vivirla “con la lejanía del rito que tenemos en la actualidad” y que aparta a los niños del mismo.

Más que edad ideal, situaciones propicias

¿Existe entonces un tramo de edad mejor que otro para hacerlo? “No existe una edad específica para hablar de la muerte con los niños”, nos aseguran desde el gabinete psicológico Itae Psicología, en Barcelona, si bien todo indica que no deberíamos hacer antes de que puedan entender el hecho mismo de la muerte (esto es, a partir de los 5 años). Pero debido a que, en algún momento, nuestros hijos tendrán que enfrentarse a la realidad de la muerte, “es importante enseñarles a lidiar con ella para que estén preparados”. 

¿El mejor momento? La muerte de una mascota o de una persona que conozcan pero no sea muy cercana, comentan desde este gabinete. “Así será menos duro tanto para el niño como para el adulto, quien, al estar más tranquilo, podrá compartir su visión sobre la muerte y animar al niño a expresar sus pensamientos y emociones”.

Consejos para hacerlo bien

1. Utilizar un lenguaje “claro y apropiado para su edad. Es mejor evitar eufemismos que puedan confundirles”, indican desde Itea, que añaden que hablar directamente sobre la muerte “puede ayudarles a entender la realidad de una manera más sencilla”. En la misma línea nos contestan desde Itea: “Como padres no debemos tener miedo a hablarle a nuestros hijos sobre la muerte o utilizar la palabra ‘muerto’ o decir ‘ha muerto’. No hay que tratarlo como si fuera un tabú y evitar utilizar eufemismos como ‘se ha quedado dormido’ o ‘se ha ido’”, ya que los niños y niñas suelen ser muy literales y ante esa respuesta pueden pensar que ese alguien volverá.

2. Debemos hablar de la muerte con naturalidad. Por supuesto, harán preguntas después. La neuropsicóloga Montse Díaz hace hincapié en que respondamos “sin forzar respuestas y sin mostrar preocupación, nerviosismo o ansiedad”, ya que las preguntas o reflexiones de los y las pequeños/as pueden ir más allá de nuestras creencias religiosas y debemos estar preparados. “Cuanto más espontáneo, tranquilo y realista sea el afrontamiento del tema de la muerte, menos tabú y mejor vivencia del hecho natural iremos construyendo en los niños”.

3. Ofrece respuestas honestas. “Si te enfrentan a una pregunta difícil, ser sincero es lo mejor”, comentan desde Itea, y explican que explorar este tema, por difícil que nos resulte, “puede ser un momento de conexión profunda”. ¿Ideas para facilitar esta conversación? Los psicólogos de Itea nos dicen que hay cuentos y libros ilustrados para explicar la muerte de forma comprensible y menos intimidante. Algunos títulos: ‘El abuelo ya no está’, de Raquel Díez y Tamara Durán, o ‘El árbol de los recuerdos’, de Britta Teckentrup.

4. Tratarlo como otro tema más, sin darle más importancia dentro de la explicación de la realidad que necesitan los niños en su aprendizaje. “El miedo a la muerte o tanatofobia de los adultos no puede transmitirse a los niños”, reflexiona Montse Díaz, “puesto que no deja de ser una respuesta emocional que nos aleja del aprendizaje de la vida y nos bloquea emocionalmente”. 

5. Escucharlos y validar sus emociones. Díaz considera clave “permitirles expresar sus sentimientos y hacer preguntas”, ya que así podrán procesar mejor todo lo que les estamos contando. 

6. Crear un ambiente “seguro y acogedor, donde se sientan cómodos para compartir sus inquietudes”, indica Montse Díaz. Desde el gabinete Itea coinciden en esta idea y sugieren, por ejemplo, la habitación del niño o la niña, explicándoles que ha pasado algo muy muy triste, que esa persona ha muerto y cómo ha sido, “sin explicar todos los detalles gráficos de la muerte”: solo lo necesario para que entiendan lo que significa.

Puede que les duela; prepárate para este escenario

Hablar con naturalidad, en un lenguaje que entiendan y sin sobrerreaccionar es esencial para no causarles impresión; pero aun así es probable que les impacte o sufran. Una conversación natural “no reducirá el dolor que sienta el niño ante la pérdida de alguien importante, pero sí puede ayudarlo a estar mejor preparado para afrontarla”, comentan los psicólogos de Itea, y también más libre para expresar sus emociones.

Además, nos dicen, debemos recordarles que “sentir tristeza y confusión es normal, y que no están solos en esta experiencia”, que te tienen a ti y al resto de la familia para acompañarle en este proceso; pero, si así y todo les cuesta sobrellevar el duelo, buscar apoyo profesional puede ser una opción.

¿Y si la muerte de alguien cercano les sorprende antes de abordar el tema?

Esta es una posibilidad. Cuando la muerte de alguien cercano al niño o la niña nos pilla por sorpresa, debemos crear un espacio seguro donde verbalizar, niños y adultos, lo que sentimos. De nuevo, lo mismo: hablar claramente, pero de manera sencilla, explican en Itea, y darle al pequeño el espacio y el tiempo para preguntar y expresarse. Eso sí, debemos adecuar la respuesta a la edad; Montse Díaz explica que, si el niño es muy pequeño, podemos, ahora sí, decirles que esa persona o ese animal “se ha ido, que ya no le vamos a ver más o que se ha marchado a un lugar mágico”. “La reconstrucción del lugar al cual se van los fallecidos corresponde a cada familia de forma que su recogida emocional de la vivencia del niño o niña tiene que ser lo más cercana a sus creencias o necesidades de comprensión del hecho del fallecimiento”, añade. 

En este sentido, desde Itea nos cuentan que es importante que los pequeños se involucren en los rituales de despedida: “Participar en ceremonias o crear recuerdos, como encender una vela o hacer un dibujo en honor a quien han perdido, puede ser un alivio y una forma de entender el proceso de duelo”.