La boda más importante de finales de los 90 fue la de Rocío Carrasco y Antonio David Flores. Por aquel entonces fuimos testigos de como la hija de Rocío Jurado se enamoraba de un desconocido guardia civil, se iba de casa y se daban el ‘sí, quiero’ en la finca de la Yerbabuena frente a una multitud de personas. En aquel momento, la pareja se mostraba como un futuro matrimonio feliz, pero nada tenía que ver con lo que sucedía de puertas para adentro.
Cuando Rocío y Antonio David decidieron casarse ambos vivían en Argentona, Barcelona, hasta donde se habían mudado por el trabajo de él. Rocío se quedó embarazada y la pareja decidió que ese era el momento de unirse en matrimonio. Eso sí, a La Más Grande no le hizo demasiada ilusión la boda de su hija, ya que pensaba que era demasiado joven, y decidió retrasar ese momento lo máximo posible. Por aquel entonces, él tenía 20 años y ella 18.
La ceremonia, que se celebró en la ermita Las Vírgenes de la finca de Yerbabuena, propiedad de toda la familia, y comenzó con una hora y media de retraso. Para ese momento tan especial, Rocío llegó a la iglesia de la mano de Pedro Carrasco en una calesa del siglo XVII que iba tirada por cuatro caballos blancos. Además, fueron recibidos por cohetes, música y por los rocieros de Almonte que cantaban ¿Por qué te llamas Rocío?.
El traje de la novia iba firmado por Antonio Ardón y estaba confeccionado en organza de seda en color marfil con una falda estrecha y una sobrefalda de tres metros de largo. Además, combinó el vestido con una torera de seda y encaje y un velo de tul que medía siete metros.
Para el pelo se decantó por un estilo de lo más cargado y rococó con un postizo de un metro de largo que estaba peinado en bucles, elaborado con dos kilos de pelo natural proveniente de Perú.
Además, Rocío lució unas lentillas azules que teñían sus ojos marrones de ese color. También, se colocó unos pendientes de diamantes en forma de flor y lucía un collar con una cruz, la misma que llevó su madre durante su boda con Ortega Cano. El ramo estaba formado por unas orquídeas y unas flores traídas directamente desde Chipiona.
Las alianzas las diseñó Rocío Carrasco y su madre, Rocío Jurado, no pudo contener las lágrimas durante toda la ceremonia. El banquete se sirvió en una carpa de 1.000 metros cuadrados que estaba decorada en dos colores: blanco y fucsia. Así, los 800 invitados tomaron aperitivos fríos, lomo de merluza, pechuga de faisán y una tarta nupcial.