El número de nacimientos prematuros es cada vez mayor, como también lo es las posibilidades que tienen estos bebés de sobrevivir y desarrollarse con normalidad gracias a los avances médicos y a la estimulación tempranas.
Aunque se calcula que un embarazo dura 40 semanas, cuando se cumple la semana 37 ya podemos decir que un embarazo ha llegado a término. Los bebés que nacen antes de ese momento se consideran prematuros. Pero, claro está, no es lo mismo haber nacido en la semana 29 de embarazo que en la 35. Por eso se distingue entre prematuros tardíos (nacidos entre las semanas 34 y 36), prematuros moderados (semanas 32 y 34), muy prematuros (antes de la 32) y prematuros extremos (antes de la semana 25).
Existen algunas complicaciones que pueden darse tras el nacimiento, y cuyas posibilidades disminuyen cuanto más tarde haya nacido el bebé. Este tipo de complicaciones son las que atenderán en el hospital de manera inmediata, y que son las que hacen que la estancia en el mismo se prolongue más que en los casos en los que el embarazo ha llegado a término. Algunas de ellas son problemas respiratorios porque sus pulmones aún no están maduros, problemas cardiovasculares, baja temperatura corporal, problemas gastrointestinales, un mayor riesgo de contraer infecciones, anemia o un nivel muy bajo de azúcar, entre otras.
Pero existen otro tipo de complicaciones que pueden darse a medio plazo, y que afectan al desarrollo físico, cognitivo, emocional y social del niño, que pueden evitarse en muchos casos gracias a la estimulación temprana. Algunos de estos problemas se advierten al llegar a la edad escolar, cuando el niño comienza a mostrar retrasos en el aprendizaje. También se puede apreciar retraso en el desarrollo psicomotor, que le dificulten para, por ejemplo, comenzar a andar. En cuanto a la psicomotricidad fina, pueden mostrar dificultad para escribir correctamente. Pueden padecer déficit de atención, mostrar hiperactividad, tener comportamientos inestables, o una baja autoestima que les dificulte las relaciones sociales y les incite al aislamiento.
La estimulación temprana se realiza desde el nacimiento hasta los seis años, y se trata de un conjunto de técnicas y actividades dirigidas a los niños que, por diferentes razones, tienen un desfase en su desarrollo. Los estudios y avances en el desarrollo confirman que los primeros años de vida son determinantes en el desarrollo del cerebro infantil, y los profesionales que se dedican a la atención temprana son conscientes de que es muy importante aprovechar esa etapa al máximo.
El principal medio para trabajar es el juego, y a través de él se intenta que el cada niño pueda desarrollar y fortalecer todo su potencial humano. No se pretende que se adelanten a nada para lo que no están preparados, sino acompañarlos para que consigan aquello para lo que sí lo están de la mejor manera posible, estimulando su potencial al máximo.
Del mismo modo se pretende que no desarrollen actitudes que no son deseables y, además, utilizar esta estimulación para reforzar el vínculo con los progenitores y darle herramientas con las que poder cuidar con eficacia y autonomía de su hijo. Todas las actividades que se realizan tienen una base científica y se pretende que el proceso sea estimulante y divertido para el niño.
Hay juegos y actividades de todo tipo, dependiendo de la edad del niño y de cuáles sean sus necesidades, como los masajes y el contacto piel con piel, sobre todo cuando son muy bebés. Algunos son tan intuitivos como leerles cuentos, ponerles música, ofrecerles juegos con diferentes formas y texturas… hay muchos caminos posibles y profesionales que están dispuestos a acompañar a los padres en ese recorrido.
En ningún caso la estimulación temprana puede suponer un problema para un niño, siempre que se realice respetando sus ritmos naturales de crecimiento. En cambio, los beneficios son muchos:
Y el más importante, sin lugar a dudas, es el desarrollo y fortalecimiento del vínculo entre el niño y sus padres. A pesar de las dificultades que implica tener un bebé prematuro y de todas las dudas y preocupaciones, completamente lógicas, que pueden sentir los padres, es fundamental que no se desanimen y aprovechen la estimulación temprana no solo para adquirir conocimientos que les sirvan a cuidar de su hijo de la mejor manera posible, sino para reforzar, como hemos dicho antes, el vínculo que hay entre ellos.