Podríamos decir que la luna es solo nuestro satélite, pero es también esa luz en la oscuridad que nos iluminaría a su antojo si no contásemos con avances como la electricidad, aunque en realidad su luz solo sea el reflejo del sol en ella. Durante siglos ha sido un foco en la noche que ha provocado que todas las culturas que han habitado la Tierra le concedieran la categoría de deidad que, para bien o para mal, influye en las personas, los cultivos y en todos los seres vivos del planeta. Incluso en los partos.
Algunos mitos que se han forjado en torno a ella han permanecido con el paso del tiempo, especialmente los relacionados con la fase de luna llena. A día de hoy aún hay quien afirma que los lobos la aúllan en esas noches, o que si te cortas el pelo en esa fase lunar te crecerá más rápido.
Precisamente, con toda probabilidad, uno de los mitos más extendido sobre la luna y la mujer es el que dice que la mayoría de los partos se producen durante la luna llena, una creencia que ha día de hoy sigue viva incluso entre un gran número de trabajadores médicos. Este mito tiene su origen en que el ciclo de la luna y el ciclo menstrual de la mujer coinciden en tener una duración de 28 días. A partir de ahí, se ha relacionado a la luna con la fecundidad, también de la tierra, y con su influencia a la hora de producirse un mayor número de partos. Lo decía el propio Aristóteles: “La luna es femenina, porque la menstruación de la mujeres y su mengua ocurren al mismo tiempo”: De ahí a encontrar la similitud entre la luna llena y el vientre de una embarazada en la recta final de su gestación solo hay un paso.
Todos los estudios que se han realizado al respecto durante décadas han llegado a la misma conclusión: no hay ningún dato ni evidencia científica que confirme una posible relación entre la luna llena y el aumento de los partos durante esta fase. Por lo que esta creencia proviene, como tantas otras, del aura de misterio que envuelve a determinados fenómenos astronómicos y que, aunque tienen una explicación sencilla, lo más habitual es que los desconozcamos, como ocurre con las fases de la luna. Uno de estos estudios se realizó en varios hospitales gallegos durante 45 ciclos lunares, sin encontrar la más mínima relación entre los nacimientos y la luna, ni tampoco en el sexo de los bebés. Lo mismo concluye otro estudio realizado en Carolina del Norte (EE.UU.) durante nada menos que 62 ciclos lunares.
De todos los mitos que han circulado durante milenios sobre la luna, el único demostrado es su influjo sobre las mareas, que se ven afectadas por la diferencia de atracción gravitatoria ejercida por la luna entre los lados opuestos de la Tierra. Este influjo de la luna sobre el mar también se utiliza como argumento para afirmar que hay más partos cuando está llena, porque si es capaz de cambiar las mareas, cómo no va a ser capaz de mover el líquido que contiene el vientre de una mujer embarazada hasta provocarle el parto.
En conclusión, ya que no hay ninguna evidencia científica que relacione los partos con las fases de la luna, si estás embarazada no pierdas tu tiempo comprobando ningún tipo de calendario lunar y presta atención, en cambio, a las verdaderas señales que pueden avisarte de que el parto es inminente, como el aumento de las contracciones de Braxton Hicks, la rotura de la bolsa que contiene el líquido amniótico o el desprendimiento del tapón mucoso.
Claro que es posible que te encuentres con gente que te cuente que se puso de parto coincidiendo con la luna llena, pero es que los nacimientos tienen lugar en cualquier momento del mes, por lo tanto no es de extrañar que un porcentaje razonable de los mismos tenga lugar en ese período de tiempo, del mismo modo que ocurren cuando la luna está menguante o creciente.
Aunque a día de hoy se desconoce cuáles son los motivos reales y concretos que desencadenan un parto, sí se han detectado ciertos mecanismos intermediarios que están relacionados.
La principal causa que desencadena el parto es la distensión de las fibras musculares del útero, pero también existen causas hormonales, que surgen de una parte del sistema nervioso del feto y de la madre, y ambos comienzan a segregar oxitocina, una de las hormonas que desencadenan el parto ya que provoca las contracciones uterinas. La distensión muscular, unida a las contracciones rítmicas del útero es lo que realmente hará que el bebé abandone el vientre materno, sin que la luna juegue ningún papel en ello.