Día 48 de confinamiento. De fondo se escucha a Lucía Lenox jugando a mamás y papás, a Pepe Bowie con una rabieta por culpa de su hermana y a su marido poniendo a todo trapo una canción de ‘The Weeknd’. Una mañana normal en la vida de Tania Llasera. Bueno, más bien en la vida “forzosa y poco natural” que ha provocado esta cuarentena.
“Ha habido una evolución en mí. En la primera semana lloraba en el trastero. La segunda lloraba en el portal. Y hubo un punto en el que peté". En una casa sin balcón al que salir a aplaudir, a la presentadora le ha costado encontrar su “vía de escape”. Pero de esta experiencia han terminado aprendiendo todos. Su chico incluido. Ahora sus dos hijos de tres y cuatro años han sabido entender que “mamá no puede más y que está hasta el mismísimo de hacerlo todo”. Y ella se alegra de ver cómo están recibiendo “educación emocional a base de verla”.
Parece que tener que encerrarnos durante casi dos meses “lo pringa todo de maternidad”. Y Tania ya ha dicho basta. “Yo soy más que una madre”, se ha recordado a sí misma. Por eso hemos querido hablar con ella en un día como hoy. En un Día de la Madre atípico en el que pretende que se reconozcan los famosos cuidados a los que muy pocos echan cuentas. Porque, como bien dice Llasera, “las madres hacemos lo que podemos con lo que tenemos, es una cuestión de supervivencia”.
¿Qué tal llevas el confinamiento?
Estoy totalmente adaptada a esta nueva rutina. A ratos bien, a ratos mal y a ratos fatal, pero como todo el mundo. Lo he gestionado como buenamente he podido. Al principio tuve pánico, una sensación apocalíptica muy extraña que me recordó mucho a la posguerra de la que tanto hablaban mis abuelos. Luego estuve enfadada por la falta de libertad y un poco superada por estar encerrada en un piso sin terraza, sin exterior, con dos niños pequeños y con mi marido, que al principio estaba todo el rato persiguiéndome por el piso. ¿Quién ha estado tantos días en estas circunstancias? Ahora por lo menos parece que llega el largo final de la desescalada.
¿Y qué tal lo han gestionado los niños?
Los niños te dan una lección de vida. Ellos enseguida se adaptaron. Les dije que eran unas vacaciones en casa y así lo enfocamos al principio. Ahora noto que se les está olvidando socializar, incluso en las videollamadas no quieren hablar con nadie, es como que se les ha olvidado hablar con alguien que no esté físicamente en casa.
¿Cómo te planteas su futuro? No será fácil explicarles que se enfrentan a un mundo de mascarillas en el que no podrán acercarse a sus amigos…
Es complicado. Explicarle a la pequeña que no puede tocar nada… El segundo día de paseo se encontraron con una amiga del barrio y querían jugar al pilla-pilla. ¿Cómo no les vas a dejar? Están un poco superados con lo de lavarse las manos constantemente. Ahora no les valen los zapatos, la ropa ya no les cabe… No sé cómo lo voy a hacer. Siempre salgo a las dos de la tarde para evitar cruzarnos con gente y ayer mismo Lucía se hizo pis y tuvimos que volver a casa.
Dijiste que “clamaba al cielo” que no dejasen salir a los niños de casa. ¿Cómo viviste ese momento en el que dijeron que podían pisar la calle, aunque fuese una hora?
Escribí un post tagueando a Pedro Sánchez y a Isabel Díaz Ayuso por si sonaba la flauta y me contestaban. Mi hija empezó a jugar con las muñecas como si estuviesen muertas, mi hijo dibujaba cadáveres… La cosa empezó a ponerse un poco tétrica porque al final los niños son mucho más sensibles de lo que crees. Ellos notan que algo ha cambiado. Mi hijo tuvo miedo al coronavirus durante un tiempo.
La primera medida de solo poder ir con ellos a bancos, farmacias y supermercados no la entendí. Pensé: ¿quién asesora a esta gente? Están dando palos de ciego. Encerrar a los abuelos con niños, que se supone que son foco de bacterias y virus andantes… ¿Estamos locos? Por lo menos el gobierno reculó y nos dejan salir a dar un paseo, que es lo lógico y lo necesario.
En tu Instagram contaste que hubo un día en el que petaste, que lloraste desconsoladamente delante de tus hijos y de tu marido para que empatizasen contigo.
Ha habido una evolución en mí. En la primera semana lloraba en el trastero. La segunda lloraba en el portal. Y hubo un punto en el que peté. Mi marido se asustó porque no era capaz de parar de llorar. Y tanto los niños como él se dieron cuenta de que mamá no puede más, que mamá está hasta el mismísimo de hacerlo todo. No digo que mi marido no haga nada, pero hay veces que los niños quieren que lo hagas todo tú.
Peté delante de ellos y han entendido que mamá es humana, tiene sus limitaciones, y hay veces que necesita estar sola en su cuarto y que le dejen en paz. Ahora lo respetan muchísimo más que al principio del confinamiento, que quizá no nos conocíamos tanto como nos conocemos ahora. Me parece supersano y fundamental que los niños estén aprendiendo educación emocional a base de verla.
Antes de este confinamiento se hablaba mucho de conceptos como la conciliación o la maternidad real. Ahora nos ha tocado experimentarlo todo de golpe y sin avisar. ¿Cómo os habéis organizado en casa?
La nuestra es una conciliación absolutamente forzosa y poco natural. Mi marido ha evolucionado igual que yo. Mi hijo está harto de su hermana. He visto una clara evolución en la relación de mi marido con sus hijos. Son muchos días juntos. Yo me encargo de las mañanas y él se encarga de las noches. Es en ese momento en el que encuentro mi sitio para estar sola y recargar pilas para el nuevo día. He empezado a meditar, a ayunar… Ahora que mi marido ha empezado a ir a la oficina tengo más espacio para mí, porque no me está siguiendo como un perrito faldero como sucedía al principio. Era horrible. Tengo tres habitaciones y somos cuatro. Me he encerrado en el baño más de una vez. Me he inventado cacas y pises a montones.
Al final, al no poder salir de casa, parece que solo existe el rol de madre, que todo termina pringándose de maternidad…
El sábado me quería divorciar, no le soportaba. Le estaba intentando explicar por qué no podía más y me decía: ‘Pero si tu vida es más o menos normal, tú trabajas en casa muchísimo, no sé por qué estás tan a disgusto’. Y yo le dije: ‘Cariño, ¿no te das cuenta de que no tengo vida, que solo soy madre?’ No puedo ir a tomarme un vino con una amiga o irme a bailar. No tengo vía de escape, estoy aquí todo el día y parece que todo se pringa de maternidad. Yo soy más que una madre. Que está muy bien, pero hay un momento en el que acabas hasta las narices.
Lucía y Pepe también habrán aprendido cosas de su relación como hermanos tras estar casi dos meses sin despegarse el uno del otro…
Menos mal que tenemos dos, se entretienen mucho entre ellos. Por lo menos tienes a alguien de tu tamaño para pelearte. Pero están hasta las narices. Cometí el error de juntarles en el mismo cuarto para dormir y mi hijo mayor necesita su espacio, está ya harto de su hermana. Voy a separarles por su salud mental. El otro día se puso a llorar sin razón aparente y me pidió que le dejase solo. Después del berrinche se quedó en la gloria, como nos pasa a los adultos, que sin saber por qué y por todo a la vez hemos necesitado desenquistar todas esas emociones que tenemos encima.
¿En qué momentos te has sentido la mejor madre del mundo con tus hijos?
Creo que para mis hijos soy la mejor madre del mundo siempre. Soy la única que conocen y la única que van a tener. Hay momentos en los que pienso en lo apañada que soy por mi creatividad. Hacemos recetas todos los días, manualidades… Creo que les estoy dando muchas herramientas. Al final, la educación que están recibiendo sin ir al colegio les va a valer muchísimo. El colegio enseña y los padres educamos. Hay una gran diferencia.
¿Y la peor?
Todos los días tengo momentos en los que pienso que soy la peor madre del mundo. Les pongo la tele un montón y la ven muchas horas, pero no me da vergüenza decirlo. Cuando tengo que cocinar, es mi única forma de tenerles tranquilos. También chillo mucho, soy muy gritona y digo tacos que luego ellos copian y pienso: ‘Madre mía, qué horror’.
¿Qué tal llevas tu responsabilidad pública como rostro conocido? Supongo que eres consciente que mostrar la maternidad real les ha servido a muchas madres para no sentirse solas.
Tanto yo como otra mucha gente en redes sociales hacemos un gran servicio simplemente mostrando la realidad. Se me critica mucho, me dicen que no tengo nada de lo que quejarme, pero Instagram es un puñetero escaparate que muestra una positividad tóxica que no es real. No muestra todo el drama que hay detrás. Me parece muy sano que, sobre todo las madres, sepamos que no estamos solas. Todas tenemos momentos en los que no podemos más, que rompemos a lavadora de una patada por la rabia acumulada. Es muy importante mostrarlo porque somos muchas. Cuando fui madre por primera vez descubrí que la maternidad no es perfecta. Antes piensas millones de cosas ideales, pero cuando llega el momento haces lo que buenamente puedes con lo que tienes. Es una cuestión de supervivencia.
¿Qué supone para ti el Día de la Madre?
El Día de la Madre me hace mucha ilusión. Para mí no fue automático ser madre, y saber que formo parte de ese conjunto de madres maravillosas me hace mucha ilusión. Esta mañana le he pedido a mi marido que me compre unas flores. ‘Ten un detalle conmigo, hazme un desayuno’. Mi hijo ha diseñado una lavadora que lava todo sola, una máquina de abrazos y de besos y una máquina de entrenamientos para que mi entrenadora “no me pete las piernas”. Para mí los regalos no es que sean importantes. Lo que quiero es que se valore el trabajo que hago cada día en casa y que me lo demuestren ese día.
¿Y cómo se lleva eso de vivirlo a kilómetros de distancia de la tuya?
Con mi madre hablo todos los días. Está en Bilbao. Pero ella sí que va a echar mucho de menos a los niños; en nada es su cumpleaños y no vamos a poder estar con ella. Igual le mando unos dibujos de los niños. Estoy muy asustada de ir a verla y, al ser población de riesgo, matarla. Da mucho miedo. Lo primero que quiero hacer en cuanto salga de aquí es irme al Cantábrico, bañarme en el mar y darle un abrazo tanto a mi madre como a mi padre. Y luego irme a Canarias a emborracharme masivamente sin niños.
Acabas de estrenar en Boing ‘Real mom’, un programa presentado por ti con el que los peques aprenden inglés mientras se entretienen. Parece que era el espacio perfecto para tener a los niños tranquilos durante el confinamiento.
Es alucinante. Cada vez creo más en esto del ‘serendipiti’, en que las cosas suceden cuando tienen que suceder. El programa parece hecho para este momento, aunque nadie se imaginase que esto fuese a pasar. En esta ocasión no estoy mirando el share, para nada. La gente me cuenta que sus hijos están como locos. Es el primer programa que es cien por cien yo y que es cien por cien mío. Estoy superorgullosa y superfeliz porque también lo he parido yo como madre.