Cuando solo tenía 16 años, María Valverde consiguió hacerse con el Goya a Mejor actriz revelación tras su debut en el cine en ‘La flaqueza del bolchevique’. Sin embargo, no fue hasta siete más tarde cuando alcanzó una relevante popularidad tras meterse en la piel de Babi en 'Tres metros sobre el cielo', la película que protagonizó junto a Mario Casas.
Tras su romance en la ficción, los anteriores vieron nacer su historia de amor en la vida real, que durante cuatro años les convirtió también como pareja en un fenómeno adolescente sobre el que ahora la intérprete se ha sincerado.
María, que hoy tiene 38 años, está inmersa en la presentación de su primer documental como directora, ‘El canto de las manos’, que explora la sordera a través de la música, siguiendo a Jennifer, Gabriel y José, tres músicos sordos de Venezuela que afrontan el reto de llevar a escena en lengua de señas 'Fidelio' de Beethoven. Sin embargo, durante la promoción del mismo la actriz ha querido remontarse a la etapa que terminó de ponerle en el punto de mira por su papel en la adaptación de la novela de Federico Moccia.
“De repente hice el salto a ‘famoso’”, ha recordado en una charla con El País. También en 2010 comenzó una relación con su compañero de reparto a la que ahora ha hecho referencia, una década después de su ruptura: “Coincidió con mi relación con Mario. A mí me sobrepasó un poco mentalmente”, ha desvelado.
Como consecuencia de su romance y de la exposición de ambos, tuvieron que hacer frente a los estragos de la fama que, sin embargo, la intérprete ha reconocido ahora que le sobrepasaron: “No estaba preparada para la persecución y la violencia verbal que sufrí. Los fotógrafos me insultaban para ver cómo reaccionaba. Hubo momentos en los que pasé miedo y temí por mi vida. Fue una época muy dura para mí”, ha explicado al medio citado.
Tras lo anterior, cayó “en una depresión” por la que decidió trasladar su residencia fuera de nuestras fronteras para sanar: “Necesitaba reencontrarme. Me lo debía. Tenía que vivir esa experiencia, hacer lo que no pude hacer de adolescente: ser anónima”, ha confesado la que se mudó a Londres, donde pudo “caminar y llorar” tranquila en la calle sin miedo a protagonizar una portada.
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